jueves, 7 de enero de 2010

Igualdad de género

Considerando la importancia que tiene la igualdad en relación al género en todos los ámbitos de la vida, se cree necesario su aplicación en el ámbito escolar, para lo que deberemos tener en cuenta la evolución histórica del rol social de la mujer, dando a conocer las diferentes perspectivas de la discriminación que ha generado desigualdad de géneros.
Desde el comienzo de nuestra Historia la práctica de la violencia debió estar presente en diferentes espacios, pero si institucionalización coincide con la discriminación o la dominación de unos grupos sobre otros.
Las relaciones de poder, la división cultural, la desigualdad entre los sexos, se encuentran en la base de una sociedad que los caracteriza y los valora a través del género. A lo largo de la historia ha surgido la violencia como forma de solucionar los conflictos derivados de la superioridad de un sexo sobre otro.
La violencia del hombre sobre la mujer se ha explicado como una manifestación de las relaciones de poder o dominación masculina sobre las mujeres, como una consecuencia más de la desigualdad entre ambos que produce la sociedad patriarcal. Desde este punto de vista, se interpreta la violencia como un instrumento para mantener la dominación sobre la mujer, pero no un control abstracto o teórico sino un dominio práctico y utilitarista materializado en la marcha cotidiana, en el día a día.
La sociedad patriarcal parte de la premisa de atribuir unos determinados rasgos a lo masculino (fuerza, dominio, seguridad) y otros a lo femenino (debilidad, sumisión e inseguridad) a partir de lo cual se establece una rígida y estereotipada distribución de roles entre hombres y mujeres, en la que al hombre le corresponde el ámbito público (cabeza de familia y proveedor de medios materiales del hogar) y a la mujer el ámbito privado (esposa, madre y ama de casa). Esta distribución de papeles supone una arraigada convicción de la superioridad del rol social masculino frente al femenino, de la que se deriva una relación de poder masculino y una subordinación de la mujer.
Con todo ello, la violencia sobre la mujer aparece como un instrumento sistemáticamente utilizado para perpetuar esa relación históricamente desigual de subordinación femenina. Estas relaciones de poder son las generalmente instauradas en prácticamente todas las sociedades humanas actuales, de tal forma que la violencia contra las mujeres es un fenómeno global que se produce con mayor o menor intensidad en todos los lugares.

Desde otro punto de vista se explica sociedad patriarcal desde un punto de vista de transmisión de genes. En la primitiva sociedad patriarcal el hombre poseía a los hijos y a ellos tenía que transmitirles sus bienes, su rango y perpetuar su linaje, su dotación genética. Por lo tanto tenía que estar seguro que los hijos de su esposa eran verdaderamente sus hijos biológicos.
Sin embargo sólo la mujer puede estar segura de quien es el padre de sus hijos, de tal forma que el varón tenía que desarrollar estrategias para asegurarse la fidelidad de su mujer y asegurarse de que eran sus genes los que se perpetuaban en su descendencia. La solución estriba en imponer serias limitaciones sociales y sexuales a la mujer. Algunos autores sostienen que estas conductas adaptativas se han integrado en el patrimonio innato de la especie, de tal suerte que resultan de difícil modificación.
La discriminación también ha estado y está presente en otros ámbitos de nuestra sociedad. La Iglesia Católica, punto clave en nuestra cultura, discrimina del mismo modo a la mujer supeditándola al varón. En el mundo eclesial, la prevalencia del hombre ha estado presente en todas sus enseñanzas, manteniendo incluso que la mujer carecía de alma.
Además, se trata de un hecho intercultural. No sólo está presente a lo largo de los tiempos, sino que también se produce en todo tipo de sociedades, si bien con manifestaciones más o menos graves en función de los valores imperantes en cada una. Así, la violencia contra la mujer va desde los crímenes de honor o la justificación de los crímenes pasionales, hasta las mutilaciones genitales, pasando por la agresión sexual como arma de guerra. Los factores culturales predisponen a la violencia doméstica, mediante patrones de conducta aprendidos y transmitidos de generación en generación
La diferencia física o biológica de hombres y mujeres marcaba la capacidad de razonamiento entre ambos, al no poseer esa capacidad la mujer, debía estar sometida a protección. Se justifica la violencia contra la mujer al considerar que al ser el varón el que manda en su casa, el que cuida del honor de su familia, y el que participa en la vida pública, también por lo tanto puede castigar a la mujer si lo considera necesario, ya sea para corregirlas en la educación, o por cualquier otro motivo.
En la sociedad medieval de la Península, el hombre destacaba por su ausencia debido a la marcha para las guerras, por lo que la mujer adquirió más importancia y tuvo incluso los derechos sobre la administración de su propiedad. Con el paso del tiempo la mujer fue adquiriendo más derechos y comenzó a tener una vida más activa al igual que el hombre, llegando incluso a tener un gran poder y autoridad.
De cualquier forma, hay que tener en cuenta que el destino o el rol de la mujer no solo han variado a lo largo de la historia, sino que era diferente dependiendo d la clase social a la que pertenecía y de la ideología de cada tierra. La desamortización del siglo XIX hizo que surgieran muchos conflictos derivados de la clase campesina, adquiriendo la mujer un rol especial, pues además de la reproducción, también participaban como jornaleras en el campo de otros propietarios y ayudaban en los suyos propios para respaldar la casa.
Todas estas fases de la historia cimentan una realidad social peculiar que se ha producido a lo largo del tiempo, aunque ha de señalarse que los malos tratos no conocen provincias, regiones, países o continentes y tampoco de historia; aunque si es de importancia el contexto donde se ha desarrollado.

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